Cuando
nacemos nos parecemos a nuestros ancestros. Se establece una pugna por ver
quién dice el parecido más razonable. Que si tiene la nariz de su padre, que si
los ojos de su madre, e incluso hay algún familiar malintencionado que cree
reconocer al vecino del quinto o al mejor amigo de su padre.
Bromas
aparte, es indiscutible que en los seres vivos la genética se impone al tomar
la información de ambos cónyuges y, aunque con la cabeza más gorda y los
miembros más cortos, nos parecemos mucho a nuestros padres y más aún a nuestros
abuelos.
En
el reino vegetal también pasa lo mismo, aunque ese parecido en los primeros
momentos no sea tan evidente. No es la primera vez que haciendo trabajos de
desherbado nos hemos llevado por delante los brotes recién nacidos de nuestras
plantitas al confundirlas con maleza.
Por
eso es indispensable que aprendamos a conocerlas. Pongamos unos ejemplos.
La
col de Bruselas, nadie diría que de adulta se convertirá en un tronco granado
de coles pequeñitas.
La
remolacha, que parecen dos orejillas. Más adelante, las hojas comenzarán a
ensancharse como las de las acelgas.
Las
zanahorias, ya apuntan maneras, aunque si las sacamos veremos sólo un hilillo
de raíz.
La
espinaca es muy rara. Lo primero que salen son dos cintas de color verde, para después,
por el centro, formar hojas redondas. Aquí se ve una recién nacida entre dos
adultas.
La
lechuga, clavadita a sus padres, pero aún con pocas hojas.
Estos
corazoncitos verdes son las hojas del rabanito. Más adelante comenzarán a
multiplicarse los lobulillos de la hoja, quedando irreconocible.
La
cebolla, con sus hojas tubulares, sólo dos, de momento.
Los
puerros, muy similares a las cebollas, pero ya se pueden distinguir por el
color y porque sus hojas son planas en lugar de en forma de tubo.
La
mata de la alcachofa, recién salida de la semilla. Más adelante las hojas
comenzarán a ser muy dentadas, como con pinchos.
Esta
sí que es difícil de ver. Se trata del espárrago brotado de semilla, que pasa
desapercibido porque es como un pelo. Los espárragos se suelen sembrar
plantando raíces, pero yo he preferido sembrar la semilla y hacer matas
completamente nuevas.
Esta
es una pequeña muestra de nuestras plantas recién salidas de la semilla. El
hecho de que muchas no se reconozcan es porque las primeras hojas suelen ser
los cotiledones de la semilla, transformados. Las hojas verdaderas se forman
cuando crece la yema apical.
Y yo que pensaba que la vena literaria del niño venía de la madre.
ResponderEliminarInteresante entrada con una simpática introducción. Cada ser vivo está lleno de peculiaridades.
Gracias por darnos a conocer todas estas curiosidades, amigo.