En una ocasión, alguien me preguntó si las aceitunas eran
verdes o negras. Contesté que de las dos maneras, pero en realidad toda las
aceitunas son negras. El hecho de que estemos acostumbrados a verlas verdes es
porque nos las comemos aún inmaduras. Pero ¿qué hizo que la gente empezara a
comerse un fruto inmaduro? Porque a nadie se le ocurre comerse un melocotón
inmaduro, o una pera.
Para
comprenderlo, tendremos que estudiar el comportamiento del propio olivo.
Es
un árbol milenario, muy longevo y adaptado al clima subtropical. Es por eso que
se cultivó en la cuenca del Mediterráneo desde época inmemorial. El origen del
olivo es un arbusto llamado acebuche y se ha llegado a conseguir a base de
selección de los mejores ejemplares.
El
árbol presenta una fuerte vecería (de vez; una vez si otra vez no), es decir
que cuando un año produce muchas aceitunas, al siguiente da muy pocas. Esto ha
llevado a los agricultores desde siempre a intentar compensar la producción,
evitando la vecería, y una manera de hacerlo era descargar el árbol cuando las
aceitunas están aún verdes. Así es como surgió la idea de intentar
aprovecharlas.
Pero
la aceituna verde está muy amarga. Esto es porque contiene un glucósido llamado
oleuropeína que se atenúa con la maduración, pero que tendremos que eliminar si
las queremos consumir inmaduras.
De
ahí surgió la idea de primero, endulzarlas, y luego aliñarlas. La manera de
hacerlo consiste en someter a las aceitunas a una fermentación láctea en la que
a base de sucesivos lavados y posterior maceración en agua salada se consiga
eliminar ese amargor.
Lo
primero tras la recolección es lavar las aceitunas con agua para eliminar el
polvo y posibles restos. Luego tendremos que romper las aceitunas para que se
acelere el proceso de endulzado. Si las aceitunas están muy verdes es
suficiente con golpearlas con un mazo de madera sobre una superficie de madera.
Yo utilizo un botellín de cerveza. El motivo es que el fondo del botellín es
curvo, con lo que al golpear la aceituna se adapta al hueco y no salta. Si las
aceitunas están “pintonas” ya estarán algo más blandas y no sirven para machás
porque al golpearlas se aplastan y no se rompe la piel.
A
estas pintonas se las somete a otro tratamiento, consiste en practicar unas
rajas con un cuchillo en la drupa. Son las famosas aceitunas “rajás” o
“acuchillás”, cuyo tratamiento y guiso es exactamente igual a las machás.
Tras
golpearlas una a una las depositamos en una orza (antiguamente de barro, hoy en
día de plástico) y las cubrimos con agua tapándola durante cinco días sin
moverlas. Transcurrido este tiempo, se le va cambiando el agua cada día durante
otros cinco días.
Si
las probamos, veremos que ya casi no amargan. Aquí cuenta el gusto de cada uno.
A algunos les gusta que sepan un poco amargas y ya pasarían a aliñarlas. A
otros no les gusta nada el amargor y siguen cambiándole el agua otros dos o
tres días.
Una
vez dulces y escurridas, procederemos a aliñarlas. Prepararemos en un
recipiente agua con sal para la salmuera. El famoso procedimiento del huevo yo
no soy partidario. Consiste en empezar a echar sal al agua y meter un huevo
entero fresco e ir añadiendo sal hasta que el huevo flote. Este procedimiento
que tradicionalmente se ha utilizado, hoy por hoy creo que es inexacto porque
los huevos no son totalmente frescos y por tanto o flotan antes de conseguir el
punto de salmuera o tardan en flotar. Yo soy más partidario de utilizar la
báscula. La proporción de sal debe estar entre un 7% y un 9%, es decir 70-90
gramos por litro de agua.
Después,
para el aliño, añadiremos además de la salmuera, dientes de ajo sin pelar, pero
con un golpe que los rompa, unos trozos de pimientos rojo y verde, una hoja de
laurel y una rama de orégano. Estos son los ingredientes básicos, pero las
aceitunas machás admiten muchos más, y va en gustos. Hay quien les pone limón,
tomillo, hinojo, cominos, guindillas, pimienta, pimentón dulce etc. Lo que yo
no le echo nunca es vinagre. Se dejan unos días para que se tomen del guiso (yo casi no les doy ni 24 horas), y a comer.
Y
aquí el resultado. Pongo el queso junto a las aceitunas porque curiosamente, a
la gente que no le gustan las aceitunas, tampoco les gusta el queso, sin
embargo, es raro encontrar a alguien que le guste el queso y no le gusten las
aceitunas.
Ya
lo decían los romanos “Ex oleis unam: ex selectis oleis
plurimas” , que podemos interpretar como: Aceituna, una, y si es buena, una docena.
que bien, que limpio y sencillo, es raro encontrar un texto tan util y tan simple
ResponderEliminarFacil i claro! Muchisimas gracias!!
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