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jueves, 20 de septiembre de 2012

El cañaveral

      El cañaveral era el punto de encuentro de mi infancia. Escenario de juegos inconfesables y testigo de algún que otro cigarrillo furtivo mientras elegías la mejor caña que, con suerte, podrías vender por unas pesetillas. Las cañas las usaban las mujeres para apuntalar los cordeles de la ropa tendida. Eso si no te pillaba José el gitano, que se había apropiado del cañaveral y se ponía hecho un basilisco si te pillaba “robándole” una caña.
      Luego, de vuelta a casa, a comer semillas de malva (los requesitos) e hinojo para ver si se te pasaba el aliento a tabaco.

      En mi barrio había un cañaveral junto a las vías del tren. Hoy ya ha desaparecido, al igual que muchos otros en Extremadura. Se entiende que las cañas ya no sirven para nada, y hay quien piensa que sólo albergan bichos e infecciones. Es mas bien al contrario, lo que pasa es que la gente los ha convertido en vertederos improvisados, siendo en ocasiones pasto de las llamas.

      Afortunadamente aún quedan algunos, y nosotros tenemos la suerte de tener uno cerca. La caña común, es una gramínea autóctona de la península, que seguramente provino de Europa Meridional. En la antigüedad eran conocidas sus propiedades como diurética, depurativa del riñón e hipotensora, y tenía la propiedad de facilitar la retirada de la leche en las lactantes. Hoy en día ha caído en desuso medicinalmente, y sólo se aprovechan la hojas en cestería y las cañas en construcción, como cortinas cortaviento o de sombreo.
      La caña en muchos sitios, es considerada una especie invasora por su facilidad para enraizar y desplazar a otras especies, pudiendo rebrotar tras un incendio.

      Sin embargo son excelentes para fijar el terreno –por eso se sembraban en los bordes de los huertos- y mantener el cauce de ríos y arroyos.

      Pero el uso que yo le doy en el huerto es impagable. Para las legumbres de enrame son indispensables. Es un material muy adecuado para fabricar espalderas sobre las que enredar los brazos de las judías y carillas evitando así que toquen el suelo. Aunque desgraciadamente no son muy consistentes, por lo que no sirven para verduras de más peso como tomateras o calabacineras. También se emplean para pequeñas estructuras de invernadero.

      Las cañas deben cortarse lo más secas posible, porque enraízan tan fácilmente que si se clavan verdes es posible que en lo que dura una cosecha de judías, puedan generar raíz –incluso clavándolas al revés-.
      Otra planta que durante milenios ha configurado nuestro paisaje y que hoy en día deberíamos potenciar. Son ligeras, resistentes y es un material orgánico de fácil reciclaje, tanto en compostero como para la chimenea.

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