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miércoles, 2 de julio de 2014

La Alcachofa


            La huerta del tío Marco estaba a cien metros de mi casa. El hombre vivía en una parcela demasiado cerca de la población, por la que fue engullida con el paso de los años. Mi barrio, a las afuera de la ciudad en aquella época, estaba rodeado de tierras de labranza, el río –mas bien regato- y la vía del tren, con su puente de hierro remachado y sus cañaverales.
            Es evidente que en ese entorno, los juegos infantiles pasaban por la pillería y el furtivismo, más por sentir esa inyección de adrenalina que por el afán de hacer daño.
            Por las noches, cuando caía el sol y hasta que mamá nos llamara a casa, flanqueábamos la fila de chumberas que delimitaba la huerta del tío Marco e intentábamos pillar algo de comer que nos quitara el aliento a tabaco sin boquilla que nos habíamos fumado en la alcantarilla –un sitio donde no se nos veía casi desde ninguna parte-.
            Marcando el camino hasta la casa del tío Marco, había sembradas unas alcachoferas, y ahí fue donde probé por primera vez las alcachofas.

            Las alcachofas tienen su origen en el cardo silvestre, y se ha conseguido a base de depurar siembras del mismo. Los romanos ya hablaban de ella como planta cultivada. En aquella época, al parecer se sembraban las semillas del primer año. Con la obtención de plantas más depuradas y voluminosas se empezó a reproducir por los brotes que salen del pie de la planta al final de su vida, lo que reduce los tiempos de producción.
            Yo las sembré de semilla por enero de 2013, en febrero estaban así:
            Creo que le proporcionamos demasiados cuidados, ya que su pariente silvestre es una planta que crece espontáneamente en escombreras y bordes de caminos, pero si queremos tener una buena producción de alcachofas, tendremos que estercolar el terreno y proporcionarles bastante humedad, sin encharcamiento y preservarla de las heladas. El sitio elegido es el borde de caminos y al resguardo entre frutales.
            Es una planta bianual. Tienen que pasar ocho meses para verla crecer, pues al principio el crecimiento es muy lento. Esta es la misma planta en Octubre:

            En enero ya se les veía porte: estaban a punto de sacar las alcachofas. En este período, y hasta casi el final de su vida, la planta es muy vulnerable al pulgón, que se puede combatir con los purines de ortiga y reduciendo el riego.

            Por fin, al llegar la primavera se pueden ver los primeros frutos. Cada planta echa una alcachofa en el brote apical, como terminación del mismo. En las axilas de las hojas que quedan por debajo de la alcachofa, salen nuevos frutos.

            Cuando la alcachofa central tiene un tamaño adecuado, y tocándola se encuentra dura –lo que quiere decir que aún no está florecida por dentro-, es el momento de cortarla, siempre por debajo de las alcachofas adyacentes, para que estas adquieran más fuerza.

            En cuanto a las propiedades beneficiosas para el organismo citaremos la cinarina, un compuesto que favorece al hígado, ayudando a la digestión de las grasas, por lo que no solo es bueno para prevenir las enfermedades hepáticas, sino también como producto adelgazante al ser poco calórico y rico en fibra. Previene del colesterol, la hipertensión y la arterosclerosis. Combate la diabetes, pero hay que tener precaución en personas con cálculos biliares o renales.

            Al final de su vida, cuando se empieza a secar sobre el mes de julio, la alcachofera produce unos hijuelos al pie de la planta que pueden ser trasplantados, acelerando el crecimiento con respecto a la siembra por semillas.

            Es en esta época, cuando las alcachofas que no se retiraron despliegan su bonito colorido en una flor violeta-azulada que contiene las semillas que podremos sembrar al año próximo.

            En cuanto a su sabor y forma de cocinarla, tengo que decir que comer las hojas de la alcachofa frescas, raspando con los dientes la parte carnosa, me trae el recuerdo dulce y ácido de mi infancia. Los corazones, cocidos y rehogados con ajo y salteados con jamón son un manjar sólo reservado a los que apreciamos los sabores huertanos. Unas alcachofas en menestra le proporciona esa agradable acidez. Pero a mí como más me gusta es en las patatas con costilla de cerdo ibérico. Lo siento, no puedo describirlo.