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miércoles, 25 de febrero de 2015

Traslado de un olivo.


            Los tiempos de los humanos y de la Naturaleza son distintos. Hace sólo tres años que sembré los olivos y ya he tenido que cambiar de opinión respecto de la ubicación que a priori me parecía de lo más adecuada. La verdad es que sigo pensando que fue la mejor disposición, pero tampoco podía prever que en este corto transcurso de tiempo la producción de aceituna me permitiera poder fabricar mi primer aceite.
            Ahora el problema es de espacio. Me refiero a que ya no tengo sitio para poder realizar todas las faenas de la huerta y guardar mi precaria maquinaria que necesito para ello. Mi alambique para hacer orujo, mi espacio para almacenar las patatas enterradas en arena, sitio para la última fase de maduración de los tomates y pimientos, la prensa para el aceite, espacio para la motoazada, la motosierra, etc. Así que me veo obligado a construir una pequeña nave, que se va a llevar por delante un par de olivos.
            El caso es que me dan mucha pena, sobre todo uno de ellos que está precioso, así que me decido a trasladarlo a otra ubicación, y si tengo suerte salvarlo de una muerte segura.
            Lo primero hago una pequeña zanja alrededor. Las fotos no son muy buenas porque era ya atardecer. Poco a poco voy rompiendo raíces, intentando dejar la mayor cantidad de cepellón posible.

            Monto el olivo en una carretilla y lo traslado a la nueva ubicación, donde ya tengo previamente un agujero proporcionado al cepellón.

            Añado una pala de estiércol y riego con agua.
            Coloco el olivo metiendo todo el cepellón. Queda algo más bajo de cómo estaba, así estará más protegido.
            Intento respetar en lo posible la orientación que tenía originalmente. No sólo porque con esa orientación parece que ha tenido éxito anteriormente, sino porque además la forma es la más adecuada para resistir los vientos dominantes de la zona.

            Arropo con más tierra apretando un poco entorno al tronco. No importa que quede muy aporcado, ya que con los riegos se irá tupiendo. Riego abundantemente y ya está. O no.

            Falta un último toque. Hay que podar las ramas. Es una pena, pero si no lo descargo de arriba, corremos el riesgo de que se seque (aunque de todas maneras, lo tiene muy difícil pero seamos positivos).

            Ahora tenemos que aumentar, al menos los primeros días, el régimen de riegos, para facilitar que la raíz se vaya acomodando. La primavera está cerca y va a demandar mucha agua y nutrientes.
            Ojalá que esta nueva ubicación le proporcione una segunda oportunidad.