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lunes, 17 de diciembre de 2012

La granadina, el jarabe de la granada.



            Cuando era pequeño, había en casa una botella con un líquido rojo-rosado que me llamaba mucho la atención. Mi padre, al que le gustaban los licores, no ponía pegas para que tomáramos una copita en Navidad ya que no tenía alcohol. Estaba riquísimo, aunque alguna de mis hermanas dijeran que sabía a farmacia.
             La granadina es mermelada del jugo de la granada, y se hace igual que cualquier mermelada, sólo que con menos azúcar y sin añadir ni la pulpa ni las pepitas.
            Vamos a mostrar como la he hecho.
            En primer lugar debemos seleccionar las granadas más maduras. Los granos deben estar muy rojos, pues es lo que dará color y vistosidad a la bebida. Desgranamos a mano las granadas evitando las láminas blanco-amarillentas que separan los granos porque amargan.
             Con la maza de un mortero aplastamos los granos para conseguir que salga el líquido. Luego ayudándonos con un colador, sacamos todo el jugo posible. Esto evita que pasen las pepitas y los restos de la pulpa.
            Una vez conseguido el líquido, añadimos azúcar y el zumo de un limón pequeño. La proporción es 60% de jugo de granada por 40% de azúcar. La receta original, en lugar de limón lleva una cucharada de agua de azahar, pero a mi me gusta más con el zumo del limón.
             Al fuego dejando hervir lentamente durante 10 minutos revolviendo para disolver todo el azúcar. Colamos de nuevo con un papel de celulosa para eliminar cualquier resto y dejar la bebida lo más transparente posible.
            Tras dejar enfriar, podemos usarlo para dar sabor y color a postres y tartas. También es un buen refresco para niños y personas que no pueden tomar alcohol. La proporción es 1/7 de granadina por 6/7 de refresco (limón con gas, naranja con gas, agua tónica, agua con gas, soda, ginger ale, etc).
            Se puede hacer un cóctel sin alcohol muy famoso el Shirley Temple: 2 partes de giger ale, un chorrito de granadina, una parte de zumo de naranja, hielo y se adorna con rodaja de limón y cerezas.
            Para las navidades, podemos hacer un falso cava rosado si añadimos unas gotitas sobre el cava normal, y para los niños es un chupito sin alcohol de lo mas dulce. Salud.

Un chascarrillo.
Perséfone y la granada.

 
           La Mitología griega siempre se ha empeñado en dar explicación a los fenómenos de la Naturaleza.

          Perséfone, hija de Zeus el dios del cielo y Deméter diosa de las cosechas, recogía lirios junto a sus hermanas las ninfas. Hades, hermano de Zeus y dios del inframundo, prendado de su belleza, la rapta y la hace comer una granada. Cualquiera que comiera algo en el inframundo quedaría allí para siempre. Deméter, atormentada por la desaparición de su hija, vaga por la tierra sembrando desolación y esterilidad. Zeus, al ver la tristeza de Deméter, decide ayudarla, y acuerda con su hermano Hades devolver a Perséfone a su madre al menos la mitad del tiempo.

         La escultura de Bernini que se encuentra en el museo de Roma llamado Gallería Borghese, representa el momento del rapto de Persefone-Proserpina por parte de Hades-Plutón. Aparece a sus pies el can Cerbero, guardián de las puertas del infierno.

 

            Deméter -también llamada Ceres por los romanos-, recupera todos los años su alegría -la primavera- al ver a su hija Perséfone -Proserpina para los romanos-, regresar a la tierra. 

          Cada año, los granados se mantienen vivos, brillantes y lustrosos durante seis meses, de Abril a Octubre. De Noviembre a Marzo, como Perséfone, inexorablemente vuelven al inframundo.

martes, 27 de noviembre de 2012

Siembra continua de lechugas


            La lechuga, como ya vimos en su momento, a pesar de ser una de las verduras que maduran más rápidamente, son bastante difíciles de cultivar por los requerimientos de humedad y temperatura. De hecho, yo siempre había comprado los plantones porque no conseguía que germinaran. Si pones la semilla en las bandejas de porespán alveoladas y están en interior, no consiguen suficiente luz para germinar. Si las sacas al aire, la tierra se seca con facilidad y tampoco tiran.

            Así que se me ocurrió otro procedimiento. Consiste en preparar un trozo de tierra al aire libre, pero al abrigo de los fríos y permitiendo la mayor cantidad de luz posible, cubriéndolo con un plástico transparente.


            Habilité un espacio como de 80x40 cm. a la sombra de un seto de arizónica. El seto está colocado en dirección norte-sur, por tanto proyecta la sombra de poniente, manteniéndose soleado hasta el mediodía. Para evitar que la sombra enfríe la tierra he colocado unos trozos de tubo de goteo en forma de arco, y cubiertos por un plástico transparente.


            La tierra, mezclada con un poco de sustrato vegetal, y muy batida para que se mantenga muy tierna. Las semillas directamente sobre la tierra y pasando suavemente la carda por encima. La humedad es suficiente con las primeras lluvias del otoño, para no tener que regar. Las posteriores lluvias no afectarán al terreno al estar cubierto, sin embargo, el agua que caiga alrededor del semillero seguirá cediendo humedad sin apretar la tierra, con lo que no hay que regar nada.


            De cuando en cuando, la condensación de la humedad en el plástico se puede revertir al terreno golpeando ligeramente el plástico con un dedo.

            A mediados de Octubre fabricamos el semillero, y en un mes pudimos sacar los primeros plantones. Al estar la tierra tan suelta, sólo tirando de la parte verde, sale completamente con toda la raíz. Los colocaremos en el mismo surco donde hemos cosechado las primeras lechugas. Como las pusimos a uno 30-40 cm de distancia, y la raíz de la lechuga no suele superar los 10 cm de diámetro, en el espacio entre dos lechugas cosechadas se puede sembrar un nuevo plantón, pues aún encontrará nutrientes para desarrollarse.


            De esta manera, se puede tener un suministro continuo de plantones, ya que hasta que no se trasplantan no comienzan a acelerar el desarrollo, manteniéndose parados pero frescos durante meses. Aquí se puede ver una lechuga plantada hace 10 días y al lado otra reciente.

            Parece que funciona, así que de momento, dejamos de comprar plantones de lechuga y compraremos un sobre de semillas, que es más barato y al menos duran tres años. Otro ahorro.

lunes, 29 de octubre de 2012

Orujo


            ¿Quién dijo que el mejor y único orujo era el gallego? El orujo es una bebida “espirituosa” procedente de la destilación del hollejo de la uva fermentado que ha sido tradicional en todos los países de la cuenca mediterránea desde hace muchísimo tiempo.
            Parece ser que lo inventaron los árabes y lo propagaron por todo el Mediterráneo, aunque no queda claro si lo empleaban como desinfectante o como bebida que quitaba la pena y producía calor en los cuerpos. Como quiera que sea, al mismo producto se le llama bagaço en Portugal, grappa en Italia, marc en Francia e Inglaterra, τραβηχτική en Grecia, etc.
            Las destilaciones caseras no pueden comercializarse a no ser que pasen por el filtro de Hacienda, pero nada nos impide producirlo para consumo propio, y como sé que mucha gente las hace, creo conveniente, por nuestra salud, aclarar algunos conceptos.
            Necesitaremos un alambique. El mío es de cobre de 40 litros de capacidad. Está compuesto por la caldera, el capitel, el cuello de cisne y el serpentín de refrigeración. Su funcionamiento es simple. La caldera evapora los líquidos que son condensados en la unidad de refrigeración.

            También necesitaremos un infiernillo de gas, un alcoholímetro Gay Lussac de 0º-100º –es un densímetro de fluidos, ya que el alcohol es menos denso que el agua- y varios recipientes para recogida del orujo. Como probeta podemos usar un bote de silicona gastado –tiene una capacidad de 300 cc y al ser alargado permite que flote libremente el alcoholímetro.
            La materia prima es hollejo de uva fermentada. El mejor es el proveniente del tonel donde ha fermentado el vino, el que se añade como madre para la fermentación. Así que partimos del momento en el que el vino se asienta y hay que trasvasarlo a una nueva barrica. Lo que queda en el fondo del tonel, es lo que nos interesa. Es muy importante que este hollejo esté libre de raspones, por lo que nos habrá sido de mucha utilidad el haber despalillado la uva antes de la pisa. Como vimos en la entrada de “la vendimia”, esto lo hizo una máquina despalilladora. Los raspones y las pepitas de la uva son considerada madera vieja, que es la que produce el temido metanol.

            Se introduce el hollejo en la caldera 2/3 del volumen y se añaden 5 litros de agua. Esto es para que el fondo no se queme. No hay problema de añadir el agua que queramos, pues es lo último que sale, así que una vez obtengamos 3 litros de orujo, el resto no nos interesa.
            En la destilación de los alcoholes se producen, además de un montón de sustancias (derivados amoniacales, etanal, SO2, SH2, éteres y sus sales, ácidos propílico y acético, sales orgánicas, amílicos, aceites pesados etc), el Etanol y el Metanol. El etanol es el alcohol etílico, es decir, el bueno, el que se bebe, y el metanol o alcohol metílico que es muy nocivo (si lo consumes habitualmente te puede producir ceguera e incluso la muerte) –a pesar de que industrialmente se emplea para fabricar líquido anticongelante para automóviles y muchos medicamentos lo tienen en mayor o menor proporción-.
            Por suerte el metanol es más volátil que el etanol, y por tanto saldrá antes de nuestro alambique –es lo que constituye la cabeza de la destilación-, así que eliminándolo tenemos cierta seguridad de que lo que viene después es bueno. La proporción es entre un 3-5% de metanol en cada destilación. Si con el alambique de 40 litros producimos unos 3 litros de orujo, las cuentas salen a razón de 50 cc. por litro. Yo elimino el doble, es decir los primeros 300 cc. que salen del alambique van a la chimenea –ojo, contiene más de 70 grados GL-, y me curo en salud.

            El proceso es muy lento, entre 3 y 5 horas. Por mi experiencia, el truco consiste en que salga un hilillo de orujo lo más fino posible, de manera continua, sin golpes de vapor ni borbotones. Para ello regularemos la cantidad de calor del infiernillo de gas. Esto es señal de que la temperatura a la que se está destilando es la optima, oscilando entre 75 y 85 grados centígrados en la cámara de vapor. El orujo saldrá cristalino y a temperatura ambiente. Cualquier alteración tanto en el color como en el olor o en la temperatura, serán síntoma de que algo va mal. Quizá la temperatura en la cámara de vapor subió de los 90 grados centígrados y eso supondría la inclusión de aceites pesados en el líquido. Asimismo mantendremos refrigerado el serpentín, añadiendo agua fría continuamente.
            Ni que decir tiene que todo el proceso se realizará en una estancia muy ventilada y sin perder ojo al alambique. Cada 300 cc. haremos una medida con el alcoholímetro. Podremos observar que tras la eliminación de la cabeza, y en las sucesivas mediciones, la concentración alcohólica va descendiendo desde los 60ºGL hasta los 30ºGL. La media sale en torno a los 45º-47ºGL. Por debajo de 30ºGL -lo que llamamos cola de la destilación- no es bueno recogerlo. Empobrecería el resto y añadiría algún que otro compuesto indeseable (los ácidos amílicos).

            No voy a glosar los perjuicios del alcohol ni a elogiar los posibles beneficios. Sólo hacer hincapié en que un chupito tras una comida copiosa no puede hacer daño a nadie. Incluso conozco a gente de mucha edad que lo hace y nunca ha padecido ninguna enfermedad. Lo cual no quiere decir que a dosis más elevadas pueda producir dolencias de todo tipo: cerebrales, cardiovasculares, hepáticas, intestinales, del tracto respiratorio, hipertensión etc. Como siempre el consumo responsable es fundamental.
            Podemos utilizar el orujo como base para fabricar licores. Simplemente añadiremos para su maceración cualquier tipo de sustancia aromática. Yo prefiero las de origen natural. De esa manera obtendremos licores de distintos sabores: hierbas (albahaca, tomillo, romero), canela, paloduz, café, higos, zarzamoras, naranja, limón, hierbabuena, almendras, caramelo, miel, etc. El proceso es siempre el mismo. Dejamos macerar unos 20 días, tras los cuales filtramos y rebajamos añadiendo jarabe de azúcar (50% agua 50% azúcar, hervir y esperar que enfríe), en una proporción de 2/3 de orujo con la maceración y 1/3 de jarabe. Un digestivo fabuloso.

lunes, 22 de octubre de 2012

Un naranjo en la U.C.I.


            Quien me conoce sabe que no soy partidario de mantener un árbol enfermo a cualquier coste. Pienso que es mejor arrancarlo y poner otro nuevo y sano. Eso evita que las enfermedades se transmitan de unos a otros, pero este caso es distinto.
            Los naranjos no se entresacan, es decir, ellos solos eliminan la fruta que no van a poder engordar. Unas veces tirando la flor apenas cuaja, otras veces cuando tienen un par de centímetros las seca y se sueltan de la rama.
            Pero en ocasiones, con buenas condiciones de humedad y nutrientes en el suelo, el árbol mantiene más fruta porque puede engordarla, pero no está preparado para soportar el peso y pasa esto:

            El año pasado por estas fechas, y tras unos días de viento me encuentro que uno de los naranjos más frondosos se ha partido en dos. La rama de la izquierda no pudo soportar el peso de la fruta y se rasgó justo por la horquilla.

            En esta situación tenía dos opciones. O prescindir de la rama rota, con lo que el árbol quedaría desmochado y con un aspecto raro, o intentar soldar la rotura. Esto no es fácil ya que hay mucha fruta que queda por madurar, y previsiblemente el flujo de savia no sería suficiente para que llegaran a término de maduración. Eso sin contar que la rama podría secarse sin solución, pero merecía la pena intentarlo.

            Así que manos a la obra. Primero trabajos de apuntalamiento, y ayudado con una cuerda, haciendo polea, intentar acercar las dos mitades lo más posible. Después con una mordaza sargenta juntarlas más. Luego rodeo toda la rotura con una venda fabricada con tiras de goma de cámara de neumático. Y por último un alambre bien apretado y cubrir con masilla para injertos toda la herida.

            Hubo que colocar otro alambre por encima, sujetando la rama rota a una principal, a modo de viento, para intentar descargar de peso la zona de la rotura.
            El resultado es excelente. No sólo conseguimos llevar a término la fruta que pendía de la rama dañada, sino que además, en ningún momento se secaron las hojas ni se pusieron feas. El resto del árbol tampoco sufrió daños y un año después sigue su proceso de curación funcionando perfectamente. Esta primavera ha florecido con normalidad, y aquí se puede ver que este año vuelve a estar cargado.

            Se aprecia en la foto la cicatriz de la rotura ya curada por debajo de la venda. Posiblemente cuando pase otro año más podremos retirar el alambre y la venda, o al menos aflojarla para no estrangular la rama, aunque sigamos manteniendo el viento para evitar que vuelva a pasar.

martes, 2 de octubre de 2012

Aceitunas “machás”


            En una ocasión, alguien me preguntó si las aceitunas eran verdes o negras. Contesté que de las dos maneras, pero en realidad toda las aceitunas son negras. El hecho de que estemos acostumbrados a verlas verdes es porque nos las comemos aún inmaduras. Pero ¿qué hizo que la gente empezara a comerse un fruto inmaduro? Porque a nadie se le ocurre comerse un melocotón inmaduro, o una pera.
            Para comprenderlo, tendremos que estudiar el comportamiento del propio olivo.

            Es un árbol milenario, muy longevo y adaptado al clima subtropical. Es por eso que se cultivó en la cuenca del Mediterráneo desde época inmemorial. El origen del olivo es un arbusto llamado acebuche y se ha llegado a conseguir a base de selección de los mejores ejemplares.
            El árbol presenta una fuerte vecería (de vez; una vez si otra vez no), es decir que cuando un año produce muchas aceitunas, al siguiente da muy pocas. Esto ha llevado a los agricultores desde siempre a intentar compensar la producción, evitando la vecería, y una manera de hacerlo era descargar el árbol cuando las aceitunas están aún verdes. Así es como surgió la idea de intentar aprovecharlas.

            Pero la aceituna verde está muy amarga. Esto es porque contiene un glucósido llamado oleuropeína que se atenúa con la maduración, pero que tendremos que eliminar si las queremos consumir inmaduras.
            De ahí surgió la idea de primero, endulzarlas, y luego aliñarlas. La manera de hacerlo consiste en someter a las aceitunas a una fermentación láctea en la que a base de sucesivos lavados y posterior maceración en agua salada se consiga eliminar ese amargor.

            Lo primero tras la recolección es lavar las aceitunas con agua para eliminar el polvo y posibles restos. Luego tendremos que romper las aceitunas para que se acelere el proceso de endulzado. Si las aceitunas están muy verdes es suficiente con golpearlas con un mazo de madera sobre una superficie de madera. Yo utilizo un botellín de cerveza. El motivo es que el fondo del botellín es curvo, con lo que al golpear la aceituna se adapta al hueco y no salta. Si las aceitunas están “pintonas” ya estarán algo más blandas y no sirven para machás porque al golpearlas se aplastan y no se rompe la piel.

            A estas pintonas se las somete a otro tratamiento, consiste en practicar unas rajas con un cuchillo en la drupa. Son las famosas aceitunas “rajás” o “acuchillás”, cuyo tratamiento y guiso es exactamente igual a las machás.
            Tras golpearlas una a una las depositamos en una orza (antiguamente de barro, hoy en día de plástico) y las cubrimos con agua tapándola durante cinco días sin moverlas. Transcurrido este tiempo, se le va cambiando el agua cada día durante otros cinco días.

            Si las probamos, veremos que ya casi no amargan. Aquí cuenta el gusto de cada uno. A algunos les gusta que sepan un poco amargas y ya pasarían a aliñarlas. A otros no les gusta nada el amargor y siguen cambiándole el agua otros dos o tres días.
            Una vez dulces y escurridas, procederemos a aliñarlas. Prepararemos en un recipiente agua con sal para la salmuera. El famoso procedimiento del huevo yo no soy partidario. Consiste en empezar a echar sal al agua y meter un huevo entero fresco e ir añadiendo sal hasta que el huevo flote. Este procedimiento que tradicionalmente se ha utilizado, hoy por hoy creo que es inexacto porque los huevos no son totalmente frescos y por tanto o flotan antes de conseguir el punto de salmuera o tardan en flotar. Yo soy más partidario de utilizar la báscula. La proporción de sal debe estar entre un 7% y un 9%, es decir 70-90 gramos por litro de agua.
            Después, para el aliño, añadiremos además de la salmuera, dientes de ajo sin pelar, pero con un golpe que los rompa, unos trozos de pimientos rojo y verde, una hoja de laurel y una rama de orégano. Estos son los ingredientes básicos, pero las aceitunas machás admiten muchos más, y va en gustos. Hay quien les pone limón, tomillo, hinojo, cominos, guindillas, pimienta, pimentón dulce etc. Lo que yo no le echo nunca es vinagre. Se dejan unos días para que se tomen del guiso (yo casi no les doy ni 24 horas), y a comer.

            Y aquí el resultado. Pongo el queso junto a las aceitunas porque curiosamente, a la gente que no le gustan las aceitunas, tampoco les gusta el queso, sin embargo, es raro encontrar a alguien que le guste el queso y no le gusten las aceitunas.
            Ya lo decían los romanos Ex oleis unam: ex selectis oleis plurimas” , que podemos interpretar como:  Aceituna, una, y si es buena, una docena.

lunes, 24 de septiembre de 2012

La vendimia


            La uva es un cultivo mediterráneo ancestral. Esta fruta ha acompañado al hombre desde el origen de los tiempos. ¿Quién no tiene la imagen de los emperadores romanos recostados en su triclinio y mordiendo un enorme racimo de uvas?. El vino, también es conocido desde antiguo. Y de siempre ha sido una bebida de prestigio. Es falso que todos los romanos lo bebieran. Sólo los emperadores y patricios podían tener acceso a él, pues era muy caro y apreciado. El resto de los ciudadanos y la tropa bebían cerveza –no como la conocemos ahora sino más turbia y caliente- o mulsum, que era vino agrio con agua y miel. Desconocían cómo conservarlo y por eso se les agriaba y tenían que mezclarlo con miel.
Mosaico de la vendimia en la Casa del Anfiteatro -Mérida-
             Pero todo el proceso de fabricación del vino empieza en la vendimia. Yo nunca había participado en una, y aprovechando la invitación de mi amigo Leo, este fin de semana lo he disfrutado.
 La viña es de su padre, Agapito, a quien le agradezco todas sus enseñanzas y experiencia. Él lleva haciendo vino para consumo doméstico toda su vida. Tiene unas 200 cepas en terreno de secano, en Malpartida de Plasencia, distribuidas en tres variedades: dos de uva blanca, Macabeo y Pardina y una de uva tinta Cencibel-Tempranillo.
             Me cuenta Agapito que la viña la heredó de su abuelo y que salvo los cuidados de mantenimiento, desherbado y cura a base de azufre, no tiene ninguna otra intervención.
             También me dice que este año ha venido muy seco y que cada variedad madura en distinto momento, por lo que tiene que decidir en qué momento vendimiar para que la uva no esté ni muy pasada en las variedades más tempranas, ni muy verde en las más tardías. Aun así, este año dice que no se ha dado mal.

            El proceso, una vez recogida la uva en cajas, continúa con el lavado a manguera. Esto es para eliminar el polvo y los posibles restos de azufre, así como restos de hojas secas, y después se pasa a la máquina despalilladora-estrujadora.
             Esta máquina era la primera vez que la veía, pues hasta ahora, los procesos de fabricación casera que había visto consistían en una prensa, donde se comprimían los racimos enteros. Esta maravilla de máquina consigue separar el raspón, apartándolo de la uva.
              Seguidamente pasa por unos rodillos dentados que aplastan la uva, lo suficiente como para que salga el mosto, pero sin llegar a romper la pepita. Esto evita que en el proceso de fermentación puedan entrar tanto los raspones como las pepitas rotas, que darían al vino un sabor amargo y herbáceo.
             Posteriormente, el mosto es impulsado por la propia máquina hasta los toneles que fueron desinfectados previamente. Aquí es donde cada maestrillo tiene su librillo y en cada sitio se procede de una manera.
             Sólo decir que a partir de ahora tendrán que producirse las dos fermentaciones básicas del vino: la fermentación tumultuosa o alcohólica, que dura entre 8 y 12 días removiéndolo – cuando el mosto parece que hierve por el desprendimiento de gas carbónico-, donde los azúcares se convierten en alcohol etílico, y la fermentación láctea en la que el vino se consolida transformando el ácido málico en ácido lácteo, dándole finura y suavidad.
 Agapito mide el grado de azúcar que presenta el mosto. Este año dice que es algo más flojo que otros, no obstante, a mí me parece que una graduación en mosto de entre 11 y 12 grados no está nada mal. Por cierto, es en este punto cuando probé el mosto que aún no tiene alcohol y está delicioso.
Desde ahora hasta más o menos finales de Octubre o primeros de Noviembre –por la festividad de los Santos- el vino se asienta y habrá que proceder al decantado y trasiego a otro tonel, ya limpio y ausente de hollejos y pepitas. Habrá que esperar hasta el primer menguante de Marzo –en 2013 será el 4 de Marzo-, donde el vino se saca para embotellar.
             La jornada concluyó compartiendo buena comida, buena bebida y buena compañía. Me lo pasé fenomenal y ya sabes Agapito, me apunto para el año próximo. Seguro tendremos ocasión además de volver a realizar el trabajo ancestral de la cosecha de la uva, saborear ese caldo “chinato” (quizá algún día reciba denominación de origen) que has preparado este año.
Gracias por dejarme participar tú y tu familia en esta fiesta entrañable de la tradición extremeña.

jueves, 20 de septiembre de 2012

El Melón

            En verano no podía faltar esta refrescante fruta que ha acompañado a la humanidad desde siempre, y sin embargo no sabemos localizar una ubicación para determinar su origen. Sólo podemos decir que hay constancia de que los trabajadores de las pirámides egipcias lo consumían asiduamente. En la época romana y medieval también era muy apreciado.
            Al tratarse de una cucurbitácea herbácea no es difícil su cultivo, aunque si bien germina con facilidad, conseguir que crezca alegre ya es otra cosa. Las matas se ramifican en brazos muy largos, y cuanto más se aleja la flor del tallo central, mas pequeños serán los melones. Necesitan terrenos arenosos bien drenados y bastante sustancia en descomposición así como un clima subtropical. La zona mediterránea es ideal para este cultivo, sin embargo, desde la llegada de los españoles a  América, se cultivan abundantemente en el centro y sur del nuevo continente.

            Existen 850 variedades de melones, muchas de ellas fruto de hibridaciones, pero los más conocidos son los amarillo canario y los piel de sapo. Estos últimos son los que yo cultivo. Las flores, al igual que los calabacines, pueden ser masculinas, femeninas y como particularidad también las pueden generar hermafroditas. En cualquier caso la fecundación es entomófila, por tanto, no me canso, cuidemos los insectos fecundadores.

            Saber cuando cortar un melón en su punto justo de maduración es uno de los misterios mejor guardados. Se dice de los melones que son como los novios, que hasta que no se calan no se sabe como van a salir. En parte lleva razón el refrán, -me refiero en cuanto al melón- porque no hay trucos en este caso. Que si por el sonido cuando se le da un golpe, que si apretandole el culo y no debe estar ni muy duro ni muy blando... etc.

            Confieso que en la tienda soy incapaz de distinguirlos, pero en el huerto tenemos un truco que puede valer. El melón conforme va madurando va tomando color. Debemos arroparlo con las hojas de la mata para que no se asolane, pero aún así, en la parte de arriba se le pega el sol. Si miramos en la parte que asienta el melón en el terreno, podemos ver que si está aún verde claro, estará inmaduro. Sólo cuando esta parte se pone amarilla es cuando está hecho. Una vez cortado el melón es imposible saber si la parte amarilla corresponde al asiento o a la parte insolada.

            El melón, además de refrescante y de sabor delicioso, es diurético, ligeramente laxante, contiene antioxidantes, potasio, magnesio, hierro y calcio. Recomendable para diabéticos y obesos y previene del envejecimiento.

            El melón piel de sapo es más duradero que el amarillo. Yo he comido mis melones en febrero y marzo porque, con buenas condiciones se conservan sin problemas.

            De postre, son exquisitos, y cuando nos sale alguno algo menos dulce, lo preparamos con jamón, como los franceses o lo echamos al gazpacho.

            Las primeras flores generan melones más grandes. En la segunda tanda de flores, los melones se quedan pequeños, pero de igual sabor, por lo que me permito una receta francesa: melón al oporto. Consiste en cortar por la mitad transversal estos pequeños melones, retirar las pipas y rellenar el hueco con vino de oporto. Luego se come a cucharadas utilizando la piel como envase.

Manzanas

            El manzano es un árbol de la familia de las rosáceas que proviene de oriente y ha sido formado por hibridación de especies silvestres. Es por eso que existen multitud de variedades que aunque con apariencia ligeramente distinta, comparten las propiedades medicinales y de composición química con pequeñas diferencias.
            Los dos manzanos que tengo son de una variedad conocida como Royal Gala, que procede de Nueva Zelanda y es fruto de un cruce entre dos variedades, Red Delicious y Kidds Orange Red. Las características organolépticas de esta manzana son excelentes. Es crujiente y con un sabor muy dulce e intenso. Además aguanta tres o cuatro meses en el frigorífico con muy poca merma.

            El árbol no tiene unos requerimientos especiales. Aguanta perfectamente con riegos regulares no muy intensos y se desarrolla muy bien en terrenos arenosos y bien drenados. Se adapta muy bien a la poda tanto en copa como en palma, y aunque puede alcanzar los 15 metros de altura, es más conveniente limitarlo a 3-5 metros.
            Como ya vimos en el capítulo de las flores , comienza a despertar del letargo invernal a finales de marzo o primeros de abril. Para entonces los troncos de los árboles los tendremos pintados de cal y el pie del árbol libre de hierbas.

            En el transcurso de la maduración de la manzana, sólo vigilaremos los parásitos y que no aparezcan hongos en las hojas. Para ello nos viene bien el tratamiento habitual con purines de ortiga. Cuando las manzanas tienen un par de centímetros se procede al entresacado, dejando sólo una manzana cada 10 cm. –esta es la parte que peor llevo, porque me da mucha pena, por eso, en demasiadas ocasiones nos quedamos con fruta muy pequeña, porque no entresaco lo suficiente-.
            A finales del verano, la fruta va cogiendo color. Primero amarillo-verdoso y después ese tono rojo-anaranjado que la hace tan apetecible.

            Casi sobra que digamos los beneficios de la manzana. Es suficiente con destacar su agradable sabor. No conozco a casi nadie que no le guste, y tiene tantas propiedades que sólo las enumeraremos. Fibra soluble, ayuda a combatir el colesterol, es tolerada por diabéticos, elimina las toxinas, refuerza el sistema inmunitario, estimula los jugos gástricos, combate la anemia, la artritis y las úlceras. Contiene fructosa y sacarosa, calcio, hierro, fósforo, magnesio, potasio, etc.

            Cuando tenemos digestiones pesadas, nada como una manzana, cuando tenemos el estómago vacío, nada como una manzana, después de una indigestión, tras los vómitos, cuando hace calor, cuando no sabemos qué comer, a cualquier tiempo entre horas... nada como una manzana.