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martes, 16 de julio de 2013

Las judías blancas, una agradable sorpresa.



            El año pasado, cuando terminamos la cosecha de judías verdes, dejé que se secaran las matas como siempre, con el objeto de incorporarlas al terreno. Quedaron algunas vainas sin recoger y al abrirlas, las semillas me parecieron muy similares a las judías blancas, aunque más oscuras. Eso me dio la idea de sembrar las judías blancas con el propósito de probar a recogerlas aún verdes y ver a que sabrían.
            Así que sembré a mediados de abril un puñado de judías blancas, de las corrientes de casa, (Phaseolus vulgaris), para ver como se daban. Las puse en un surco al lado de las judías verdes, y llegó un momento que no distinguía las matas de parecidas que eran. La única diferencia es que las flores eran blancas, y las de las judías verde son violeta, pero las matas son enanas y por tanto mucho más manejables que las de enrame.

            Las vainas también eran muy parecidas, de manera que cogimos unas cuantas en verde para probarlas cocidas como las judías verdes, y nos sorprendimos comprobando que eran casi iguales de sabor. Incluso algo más dulces, pero igual de suaves y agradables.

            Afortunadamente, este año la cosecha de judías verdes está siendo muy buena, recojo unos 750 gramos cada dos días, y por eso, las judías blancas no va a ser necesario cosecharlas verde. 
           Esperamos por tanto, a que se secaran, y observamos que su comportamiento es muy similar al de las carillas, es decir, que por una parte se van secando y por otra continúan saliendo flores nuevas y madurando vainas, así que hemos empezado a recolectar las que se van secando.

            El otro día, mi dueña me coció unas pocas con agua, sal y hoja de laurel. Una vez frías, las añadió al picadillo de tomate, pepino, cebolla y pimiento. Una comida muy veraniega y apetecible.


            Además de tener otro producto de la huerta delicioso, como siempre digo, sembrar judías no solo es un placer para los sentidos, sino un beneficio enorme para la huerta. Las matas de las judías generan una bacteria en su raíz que fija el nitrógeno atmosférico al suelo, nitrificando el terreno de manera natural. Este año he sembrado pimientos y berenjenas en el sitio donde tuve las legumbres el año pasado. Creo que la foto de ayer es suficientemente explicativa de cómo está el terreno sin ni siquiera haberlo estercolado.

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