Me
da mucha rabia que recién puestos los plantones, los insectos y limacos se
coman el brote central. Esto que para una lechuga es relativamente llevadero
–rebrotan-, para las plantas de brócolis, coliflores y romanescus es letal,
porque salen del brote central y al comérselos, por más que no afecte a las
hojas, inutilizan la cosecha. Es por eso que siempre colocaba algunos granos de
antilimacos (unos gránulos verdes que al contacto con el agua se convierten en
un gel venenoso que atrae a los caracoles y babosas matándolos).
Es efectivo y –según dice la etiqueta- la sustancia no es nociva para las planta ni para
el terreno, pero yo pienso que cuando muere el bicho en cuestión, irremediablemente
la sustancia pasará al terreno, y del terreno a nuestras plantas y a nosotros
mismos. Por eso, este año he decidido no usarlos.
Trasteando
por Internet, encontré algunos remedio caseros, como poner un frasco de cristal
enterrado hasta la mitad con agua –dicen que el agua los atrae y se ahogan-, o
con cerveza -¿perderán la orientación borrachos?-, o espolvoreando sal
(¡cielos!, eliminar los limacos a costa de empobrecer el terreno) etc.
Como
no me convencía ningún remedio, decidí que, teniendo espacio para sembrar y en
vista de que en invierno ni hay que regar ni tiene mucho mantenimiento el
huerto, gastar parte del presupuesto de los antilimacos en más plantones, y dar
por perdida parte de la cosecha que se comerían los amables bichitos. A fin de
cuenta, las gallinas de mi vecina agradecerán las hojas tiernas de las brócolis
y las coliflores.
Y ahora viene la sorpresa. Efectivamente, de 15 plantas de coliflor sobrevivieron 8, pero como dejé las plantas afectadas que siguieron creciendo, observo que de las axilas de las hojas, comienzan a salir nuevos brotes que generan más coliflores y brócolis.
Y ahora viene la sorpresa. Efectivamente, de 15 plantas de coliflor sobrevivieron 8, pero como dejé las plantas afectadas que siguieron creciendo, observo que de las axilas de las hojas, comienzan a salir nuevos brotes que generan más coliflores y brócolis.
Es
cierto que son bastante más pequeñas, pero salen varias, y entre todas pueden
llegar al volumen de una coliflor completa. Y sobre todo, evitamos usar componentes
químicos que a la larga terminan envenenando nuestros campos.
Y
es que cuanto más experimento con la huerta, mas cuenta me doy que hemos
llegado hasta aquí gracias a que la Naturaleza inevitablemente se impone a
nosotros. Por más inventos que hagamos para conseguir mejor y mayores cosechas empobreciendo
los terrenos, sólo hacemos retrasar el plan que ese ser vivo llamado Tierra
tiene destinado. Como los limacos para los plantones, somos un parásito para
Gaia. Pero su fuerza es tan grande, que no podremos causarle más que un catarro
y para entonces ya no viviremos para verlo. Somos más vulnerables que ella.
Cuidémosla, porque nos va en ello
nuestra propia existencia.