Cuando
empecé en esto de la huerta, me parecía un reto insuperable conseguir este
tipo de pimientos. Los de cuatro caras, cuatro cantos o cuatro morros, que de
todas esas formas les llaman. Se trata de un pimiento grande, muy carnoso y
dulce cuando está muy rojo.
Su
cultivo no difiere mucho del resto de pimientos, como los italianos, o los del
piquillo, pero cuando el primer año puse las matas separadas 50 cm. fui
criticado por algunos que pensaban que era poca distancia. El tiempo no sólo me
dio la razón, sino que me obligó a ponerlos aún más cercanos unos de otros,
alrededor de 30 cm. El motivo no es otro que en cuanto les da el sol se queman
con mucha facilidad. Poniendo las matas muy juntas, unas proyectan la sombra
sobre las otras y así se protegen.
El
inicio del cultivo fue a finales de mayo, que pusimos los plantones.
Sólo
unos 10 días después ya estaban las plantas con flores.
Y
a mediados de junio ya se podían ver pimientos.
Hasta
ese momento, los trabajos de desherbado tenían que ser continuos, pero a partir
de que los pimiento empiezan a engordar vamos abandonando un poco la retirada
de hierbas, ya que no suponen una competencia y nos proporcionan algo de sombra
para evitar el asolanado.
A
finales de agosto y principios de septiembre los pimientos empiezan a vetearse
de rojo. Esto quiere decir que se ha iniciado el proceso de transformación de
la solanina en licopeno y vitamina C, así que si los cortamos ese proceso
continuará en el almacén.
Haciéndolo de esta forma, protegemos al pimiento de
los parásitos que son muy atraídos no solo por el color rojo sino por su
dulzor. Aquí una secuencia con un día de intervalo del proceso de maduración
una vez recolectado: en cuatro días están rojos.
Ya
tenemos nuestros pimientos de cuatro caras rojos. Ahora prepararemos el manjar
de dioses. Los pimientos asados.
Primero
lavaremos los pimientos con agua y los secaremos con un papel de cocina
impregnado en aceite de oliva. Esto le da una textura brillante y les servirá
para que la piel despegue con facilidad.
Los colocamos en la bandeja del horno
y poniendo sólo la parte superior a 220º, iremos girando los pimientos conforme
se van asando por arriba. Esto es un poco laborioso, pero es la forma de que se
hagan en su punto. Sólo se doran sin quemarse.
Después
vendrá el trabajo de limpieza. Si están bien asados, la piel se desprende con
facilidad. Más engorrosas son las semillas, que se pegan a cualquier sitio.
Tras
el limpiado y troceado en tiras, añadimos el jugo que han soltado durante el
asado y aliñamos con aceite de oliva, vinagre y sal. Sólo con eso están riquísimos pero también podemos añadir algo de cebolla
picada o incluso comino machado. Imposible parar de comer.