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miércoles, 19 de septiembre de 2012

Ciruelas

    La ciruela, el fruto del ciruelo, árbol de la familia de las rosáceas y perteneciente al género "Prunus", procede de Persia, es un frutal perfectamente adaptado al clima mediterraneo y al sur de California. Sus propiedades son muy conocidas ya desde antiguo. Su poder laxante (debido a su contenido en azúcares y azufre, además de fibra), y el alto contenido en vitaminas del grupo A, C, B1, B2 y E, le confieren propiedades antioxidantes, cardiotónicas, rehidrata la piel, tonifica los músculos, fortalece los huesos y sobre todo es un gran regulador intestinal. Y además de todo eso, es una fruta deliciosa y refrescante (sacia la sensación de sed en verano).
    Existen multitud de variedades con aspectos similares, desde piel amarilla y pulpa blanca, hasta piel totalmente negra con pulpa roja, pasando por la famosa Claudia de color verde intenso y pulpa amarilla. La variedad que yo tengo se llama Friar, y es rojo oscuro, pasando al negro cuando están muy maduras.
    El árbol no tiene mucho porte. Es mas, con arboles de porte mediano o pequeño se consiguen abundantes cosechas. El que yo tengo es fruto de un injerto que yo mismo realicé utilizando un almendro como patrón. Es muy resistente a las enfermedades, y tan solo algún año se ha visto afectado de pulgón (los brotes nuevos son un manjar para los pulgones, que hemos controlado con un insecticida específico), pero este año ni siquiera eso. Ya desde el primer año del injerto produjo fruta. Comienza sobre marzo la floración que es anterior al crecimiento de los brotes y es muy abundante.

    Normalmente el ciruelo se entresaca solo, es decir, no hay que eliminar fruta porque la prevalencia de la flor está en torno al 1%. Incluso cuando ya está cuajada la fruta, tienden a caerse con facilidad (en zona de vientos suelen quedar muy pocas), y sólo engorda la que realmente está bien sujeta. Si aún así queda mucha fruta en el árbol, entonces habrá que dejar sólo una cada 5-6 cm. si queremos tener ciruelas más grandes.
    La fruta va pasando del verde liso al rojo intenso y poco a poco va tomando ese color negro-morado característico con una especie de polvillo blanco adherido a la piel. Este polvillo natural no debe eliminarse hasta el momento de comer la fruta, ya que la proteje y evita que se estropee.

    Se irán cosechando conforme van madurando. Si se recogen antes del punto de maduración, la piel tendrá un sabor ácido. En este punto es cuando entra en juego los gustos de cada uno. Hay gente que le gusta la fruta un poco más fuerte, o con una pulpa más dura. A mi juicio, cuando están maduras es cuando tocándolas las notas un poco blanditas. Ademas, cuando las tocas y se desprenden con facilidad es que están en su punto. Claro que si se recolectan en ese punto, hay que consumirlas rápidamente, porque se suelen pasar con facilidad.

    Las ciruelas se pueden conservar hasta una semana fuera de refrigeración. Si las metemos en la nevera durarán en torno a los 15 días, pero desde mi punto de vista pierden sabor. Si las desecamos al sol, y luego las rehidratamos con aceite de oliva, obtendremos unas ciruelas pasas que durarán hasta 6 meses sin dificultad.
    Comerlas frescas es una delicia, pero ¿qué decir de la mermelada de ciruela para las tostadas del desayuno?

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