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jueves, 20 de septiembre de 2012

Defensa ecológica del huerto y el vergel

            Un Antiecologista es un individuo que cultiva con el único fin de conseguir rentabilidad económica sin importarle nada la salubridad del producto. Es decir, sólo les importa que el producto tenga buen aspecto y se lo paguen bien. Aquí encuadramos a los agricultores a gran escala, utilizando fitosanitarios, nitratos y compuestos químicos.
Un Ultraecologista es todo lo contrario, pero si partimos de la base de que cultivamos para obtener un beneficio nutricional, si en aras del cuidado a las plantas y a la naturaleza no se obtiene, entonces tampoco nos sirve de mucho.
A mi juicio, en el término medio está la virtud. Para mi, los Ecologistas de verdad, son los que establecen un equilibrio entre la obtención de los productos hortícolas y el daño que podemos producir en la naturaleza. Es evidente que cualquier intervención humana en la naturaleza altera el equilibrio ecológico. Se trata de que esa alteración sea la menor posible, pero sin llegar a la filosofía de Fukuoka (agricultor, biólogo y filósofo japonés que en su libro “La revolución de una brizna de paja” emite la teoría de la agricultura de no intervención en la naturaleza), que yo lo encuadraría en la categoría de ultraecologista.
            Un buen ejemplo de agricultor ecológico es Mariano Bueno. En su libro “El huerto ecológico y familiar” (que debería ser el libro de cabecera de todo agricultor), nos da una clase magistral de qué debe -y sobre todo qué no debe- hacerse en el huerto familiar.
De este libro he sacado un montón de ideas, aprendizaje y experimentos que he llevado a la práctica siempre con muy buenos resultados. Para qué matar moscas a cañonazos, pudiendo eliminar una amenaza por medios caseros sin hacer daño ni al medio ambiente ni a nuestra salud. Por ejemplo pintar los troncos de los árboles con cal:

            Esta técnica ancestral siempre pensé que era para evitar que las hormigas subieran hasta la fruta, pero es mucho mas que eso. Muchos parásitos e insectos que viven en las hojas y yemas de los árboles, cuando se quedan desnudos de hojas, bajan hasta el pie para resguardarse de los fríos del invierno. Es el momento entonces de pintar los troncos. La cal desinfecta e impide que vuelvan a subir.
            Otro consejo es sembrar ajos alrededor de los árboles. El ajo es antibiótico, (Ajos) previniendo de virus y bacterias:

            El mejor insecticida es el “dedete” es decir, los dedos. Es cierto que aplastar un gusano con los dedos puede dar asquito, pero el beneficio que producimos es muy superior –evitamos la rosquilla que daña las raíces y las patatas-. Si te da cosa, puedes ponerte guantes:

            Las lombrices son buenas, los gusanos malos. Esa consigna hay que llevarla a rajatabla. Las lombrices oxigenan el terreno, sueltan la tierra, producen humus y no dañan las raíces ni los bulbos:

            Podemos combatir los pulgones con tierra batida –o polvo del camino-. Los pulgones son pegajosos, con lo que si espolvoreamos con tierra, se pegará a su cuerpo, haciendo que se desprendan con facilidad de las hojas y aborreciéndolos las hormigas. Eso si, este remedio es sólo valido si la infección es pequeña, y habrá que repetir cuantas veces sea necesario. Total, la tierra no perjudica al árbol y es baratísima.
            En vergeles no muy grandes, en enfermedades que afectan a las hojas de los árboles, es mucho más rentable eliminar las hojas afectadas manualmente que tratarlas con productos, por ejemplo la lepra en los nectarinos, teniendo la precaución de retirar las hojas y quemarlas para que no se extienda la infección.

            Y ahora, cuánto dinero podemos ahorrar en antipulgones, sustrato, antigusanos, fungicidas e insecticidas y sobre todo, cuántos productos evitaremos comernos con estas sencillas prácticas.
            De vez en cuando intentaré poner trucos en esta lucha contra animalitos indeseables.

Un chascarrillo
La mano verde
            De toda la vida hemos conocido a gente que tiene una mano especial para las plantas. Es lo que en ecología se llama “la mano verde”. Esoterismo o principio físico demostrable. Yo no soy muy partidario de aplicar la magia al tema de la agricultura. Pienso más bien que todo tiene una explicación lógica, pero en ocasiones da que pensar.
Sin obviar los estudios que al respecto se están realizando, y teniendo en cuenta la demostración de fuerzas que se nos escapan a la comprensión, como las líneas Hartmann, la radiestesia, los campos magnéticos, etc. (iremos viéndolos en el futuro), parece que hay gente con el don de  “la mano verde”.

 
El autor mencionado anteriormente, Mariano Bueno, en su libro cuenta una anécdota que me permito reproducir. Dice que cuando él era pequeño, sembraban unos 1000 metros de judías de enrame entre su padre, su madre su hermano y él. Cada uno se ponía en un surco, y todos tenían las mismas condiciones. La parcela era igual por todos sitios y la humedad, calor, tipo de suelo, etc. eran los mismos.  Al cabo de unos días uno de cada cuatro había empezado a brotar, el que sembraba su madre.  Al parecer ella tiene un don especial.
            De la misma manera, todos conocemos a la típica persona que se le secan hasta los cactus. ¿Por qué pasa eso? Es posible que haya alguna explicación física –la humedad de las manos, la temperatura, la electricidad estática, etc.- o se trata de un poder especial que no alcanzamos a comprender. Y tu ¿tienes mano verde?

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho lo de usar polvo o tierra para los pulgones!
    Probaré este año a ver qué tal va.
    ¡Gracias!

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