Un
Ultraecologista es todo lo contrario, pero si partimos de la base
de que cultivamos para obtener un beneficio nutricional, si en
aras del cuidado a las plantas y a la naturaleza no se obtiene,
entonces tampoco nos sirve de mucho.
A
mi juicio, en el término medio está la virtud. Para
mi, los Ecologistas de verdad, son los que establecen un
equilibrio entre la obtención de los productos hortícolas
y el daño que podemos producir en la naturaleza. Es
evidente que cualquier intervención humana en la naturaleza
altera el equilibrio ecológico. Se trata de que esa
alteración sea la menor posible, pero sin llegar a la
filosofía de Fukuoka (agricultor, biólogo y filósofo
japonés que en su libro “La revolución de una brizna de paja”
emite la teoría de la agricultura de no intervención
en la naturaleza), que yo lo encuadraría en la categoría
de ultraecologista.
Un
buen ejemplo de agricultor ecológico es Mariano
Bueno. En su libro “El
huerto ecológico y familiar”
(que debería ser el libro de cabecera de todo agricultor),
nos da una clase magistral de qué debe -y sobre todo qué
no debe- hacerse en el huerto familiar.
De
este libro he sacado un montón de ideas, aprendizaje y
experimentos que he llevado a la práctica siempre con muy
buenos resultados. Para qué matar moscas a cañonazos,
pudiendo eliminar una amenaza por medios caseros sin hacer daño
ni al medio ambiente ni a nuestra salud. Por ejemplo pintar los
troncos de los árboles con cal:
Esta técnica ancestral
siempre pensé que era para evitar que las hormigas subieran
hasta la fruta, pero es mucho mas que eso. Muchos parásitos
e insectos que viven en las hojas y yemas de los árboles,
cuando se quedan desnudos de hojas, bajan hasta el pie para
resguardarse de los fríos del invierno. Es el momento
entonces de pintar los troncos. La cal desinfecta e impide que
vuelvan a subir.
Otro
consejo es sembrar ajos alrededor de los árboles. El ajo es
antibiótico,
(Ajos)
previniendo de virus y bacterias:
El mejor insecticida es el
“dedete”
es decir, los dedos. Es cierto que aplastar un gusano con los
dedos puede dar asquito, pero el beneficio que producimos es muy
superior –evitamos la rosquilla que daña las raíces
y las patatas-. Si te da cosa, puedes ponerte guantes:
Las lombrices son buenas, los
gusanos malos. Esa consigna hay que llevarla a rajatabla. Las
lombrices oxigenan el terreno, sueltan la tierra, producen humus y
no dañan las raíces ni los bulbos:
Podemos combatir los pulgones con
tierra batida –o polvo del camino-. Los pulgones son
pegajosos, con lo que si espolvoreamos con tierra, se pegará
a su cuerpo, haciendo que se desprendan con facilidad de las hojas
y aborreciéndolos las hormigas. Eso si, este remedio es
sólo valido si la infección es pequeña, y
habrá que repetir cuantas veces sea necesario. Total, la
tierra no perjudica al árbol y es baratísima.
En vergeles no muy grandes, en
enfermedades que afectan a las hojas de los árboles, es
mucho más rentable eliminar las hojas afectadas manualmente
que tratarlas con productos, por ejemplo la lepra en los
nectarinos, teniendo la precaución de retirar las hojas y
quemarlas para que no se extienda la infección.
Y ahora, cuánto dinero
podemos ahorrar en antipulgones, sustrato, antigusanos, fungicidas
e insecticidas y sobre todo, cuántos productos evitaremos
comernos con estas sencillas prácticas.
De vez en cuando intentaré
poner trucos en esta lucha contra animalitos indeseables.
Un
chascarrillo
La
mano verde
De toda la vida hemos conocido a
gente que tiene una mano especial para las plantas. Es lo que en
ecología se llama “la mano verde”. Esoterismo o
principio físico demostrable. Yo no soy muy partidario de
aplicar la magia al tema de la agricultura. Pienso más bien
que todo tiene una explicación lógica, pero en
ocasiones da que pensar.
Sin
obviar los estudios que al respecto se están realizando, y
teniendo en cuenta la demostración de fuerzas que se nos
escapan a la comprensión, como las líneas Hartmann,
la radiestesia, los campos magnéticos, etc. (iremos
viéndolos en el futuro), parece que hay gente con el don
de “la mano verde”.
El
autor mencionado anteriormente, Mariano Bueno, en su libro cuenta
una anécdota que me permito reproducir. Dice que cuando él
era pequeño, sembraban unos 1000 metros de judías de
enrame entre su padre, su madre su hermano y él. Cada uno
se ponía en un surco, y todos tenían las mismas
condiciones. La parcela era igual por todos sitios y la humedad,
calor, tipo de suelo, etc. eran los mismos. Al cabo de unos
días uno de cada cuatro había empezado a brotar, el
que sembraba su madre. Al parecer ella tiene un don
especial.
De la misma manera, todos
conocemos a la típica persona que se le secan hasta los
cactus. ¿Por qué pasa eso? Es posible que haya
alguna explicación física –la humedad de las
manos, la temperatura, la electricidad estática, etc.- o se
trata de un poder especial que no alcanzamos a comprender. Y tu
¿tienes mano verde?
Me ha gustado mucho lo de usar polvo o tierra para los pulgones!
ResponderEliminarProbaré este año a ver qué tal va.
¡Gracias!