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miércoles, 19 de septiembre de 2012

La lechuga

    Una verdura cultivada por el hombre desde que se tiene memoria. Los romanos, griegos, egipcios, todos conocí­an sus propiedades. Diurética y rica en fibra, alivia el insomnio y su sabor fresco combina con casi cualquier otra hortaliza en ensaladas.

   La lechuga es algo más delicada de cultivar. Tiene bastantes requerimientos de humedad relativa (entre el 60 y el 80%), pero se enferman si existe demasiada. Eso unido a que también es exigente con la temperatura (18º de día y entre 5 y 6º de noche), la hace bastante dificil, aunque aguantan bien las heladas (hasta -5ºC)


    Existen variedes de lechugas que se pueden clasificar en de hojas sueltas (como la romana o de oreja de burro) o de cogollo (como la iceberg).
    La lechuga se puede cultivar casi en cualquier época del año, lo que pasa es que tendremos que adaptarnos a las temporadas que cumplan las condiciones optimas de humedad y temperatura, osea desde octubre hasta mayo, el resto de los meses o se secan o se espigan.

    Se pueden sembrar en semillero, colocándolas muy superficialmente (5mm de prof.), y en unos 30 días trasplantarlas en caballetes de unos 20 cm de altura, a 30 cm de separación.

    Cuando la lechuga vista desde arriba, tiene un diametro de unos 40 cm aproximadamente, en el caso de la romana, se procede a su atado. Esto se hace para conseguir que las hojas interiores se queden blancas y tiernas. Este proceso se llama blanqueado.


    Tras una semana aproximadamente después de atarla, apretamos con la mano, si está dura, es que ya ha repollado y podremos cortarla. Hay que vigilarla, porque si hace mucho calor y la dejamos más tiempo se espigan (brota una inflorescencia con las semillas) enseguida, y su sabor será amargo. Tradicionalmente, las lechugas espigadas se les daba de comer al ganado. A los conejos les encantan.
    Una vez cortada, no se puede congelar, y por tanto la única manera de conservarlas es evitando que pierdan la humedad. Envolviéndolas en film transparente y poniéndolas en el cajón de las verduras del frigorí­fico duran hasta dos semanas.
    Deben trocearse en el momento de consumirlas, y se pueden aprovechar las hojas más verdes -que son más amargas- si se dejan en remojo un par de horas antes.

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